La
experiencia psicodélica es llamativamente diferente de la provocada por drogas
de tipo sedante (como la heroína o
el alcohol) o estimulante (como la anfetamina o
la cocaina) las drogas que podriamos llamar psicodélica seria el LSD, hongos
alucinógenos, peyote, salvia
divinorum, ayahuasca etc. (algunas de las mencionadas hay quienes
no llamarian drogas ya que esta comprobado que no causan adicción). Aunque cada
experiencia psicodélica es única, hay características recurrentes. Una de ellas
es la sensación de conexión inmediata con todo lo que nos rodea, una comunión panteísta con
el Universo.
La
intensidad de la experiencia depende de la preparación previa del sujeto (sus
expectativas) y, en el caso de un fármaco desencadenante, de la dosis del
mismo. Se ha comprobado que las muestras de LSD incautadas por
la policía a partir de los años 80 contienen una dosis significativamente
inferior a la que fue común en la época de esplendor de la psicodelia (finales
de los 60 y comienzos de los 70). La ilegalización de las drogas psicodélicas y
su caída en desuso suponen que el consumidor se encuentra ante un producto
sobre cuya composición rara vez tiene garantía alguna.
El cambio
del estado común de conciencia al alterado puede, cuando es recibido con
resistencia, provocar una vivencia angustiosa, pues la persona siente que
pierde el control, la cordura o la conciencia, e incluso puede pensar que se
aproxima su muerte. Generalmente, esta sensación desaparece (o no llega a
aparecer) cuando el sujeto se encuentra cómodo, en un entorno apto para la
experiencia y en compañía de personas en las que confía, y acepta de buen grado
el paso a un estado distinto de la mente.
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